su sueño aqui.

por favor no incluír ilusiones, delirios o flashes. se agradece ser fiel a la idea de publicar solamente sueños venidos del mundo que se visita a la hora de dormir, inclusive en siestas y cabeceos de colectivo.

vale tanto un lenguaje florido, como uno minimalista, poético, coloquial o documental, balbuceado, ininteligible, escrito, dibujado o sonoro, brevísimo o novelado, minucioso o a grosso modo.

si ud. cree que es bueno invitar a alguien a escribir en este blog, nomás deje su mail en un comentario.
gracias.

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16.12.11

El astronauta.

El barrio y el país en el que nací y crecí fue algo tan increíblemente diferente de lo que ahora es, que empiezo a dudar si mi infancia no fue sino un sueño donde -entre otras cosas fantásticas- sucedieron historias como esta:
Aunque no nací en Jacinto Vera, mi casa natal era de lata por fuera y por adentro madera. Y hacía frío. A falta de estufa, el viejo fabricaba -en lo que a mi me parecía una enorme lata cilíndrica- un brasero de aserrín capaz de dar calor toda la noche. La ceremonia de ir a buscarlo a la carpintería y elegir el más seco; los fantásticos cuentos que me hacía en el breve viaje y aquel frío en la cara hicieron de mi infancia -entre muchas otras pequeñeces amorosas- la mejor parte del todo. Cuando el brasero estaba encendido soltaba chispitas diminutas que volaban hacia el techo haciendo eses breves. La luz tenue del rancho y mi imaginación de niño en la era del Apolo 11 me llevaban por viajes interestelares. Me acostaba de panza en el piso de modo que la boca del brasero quedase a la altura de mis ojos para ver los colores que se producían allí dentro. Desenfocaba la vista al máximo para ver los colores del fuego como las entrelazadas pompas luminosas que pintaba después. Yo sabía que era fuego, me lo habían advertido muchas veces, pero la fascinación y el espíritu fantasioso me hicieron introducir una imaginaria nave en aquella cavidad ardiente. El saldo fue terrible, la nave quedó gravemente herida y aunque en la base de reparaciones hicieron todo lo posible para curarla, no dejó de arderme en toda la noche. Al otro día el brasero era el mismo, el astronauta también, pero la percepción de las cosas había cambiado para siempre.

1 comentario:

  1. Yo invitaría (para empezar) a dos fieles amigos:
    Pablo Silva Olazábal y Jorge Gemetto. Estos señores escritores tienen unas casillas preciosas, con techito rojo a dos aguas y sobre las respectivas puertas de estas casillas, con primorosas letras pintadas a mano puede leerse: xilbar@gmail.com y jorgemet@gmail.com

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