Este lo tuve a los quince años.
Estoy en un negocio, en Avenida Maipú, donde solía comprar copias piratas de videojuegos. Papá me está esperando en la puerta, dentro de un auto. En la realidad, papá no tenía auto. Termino de hacer las copias de los juegos y salgo. No encuentro el auto en la puerta. Me angustio.
Corro por el medio de la avenida, hacia Puente Saavedra, entre los autos, a la misma velocidad que ellos y más rápido aún. Intento reconocer el de papá, pero no lo logro. Sencillamente, he olvidado qué auto era —de qué marca, de qué color—.
Cuando llego a Puente Saavedra, me doy por vencido. Me detengo y en una esquina me encuentro con una vieja. No recuerdo si tengo algún diálogo con ella, estoy casi seguro de que no. Ella me abraza y me consuela. Me da un beso en la mejilla, me acaricia los hombros, luego se va. La veo alejarse despacio por la calle que bordea la General Paz, como yendo hacia el río. A unos metros se detiene.
Así se queda unos segundos: quieta, en silencio, de espaldas a mí. Y deja escapar una risa cascada.
Entonces me doy cuenta de que es el Diablo.
El Diablo me besó y estoy perdido.
uau!
ResponderEliminaryo una vez soñé con el diablo, era tom waits pintado de rojo.